EL RETORNO DE QUIRÓN

EL RETORNO DE QUIRÓN

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Descripción

Si la personalidad no despierta de los velos de la ilusión como muy tarde en la Oposición de Urano entre los 38 y los 44 años de edad, entonces el potencial de calidad en el proceso de vida entra en una fase en la que el deterioro es lo único que está asegurado. Dado que la mayoría de los seres humanos viven una vida homogeneizada, los ejemplos que tenemos de personas que “envejecen” nunca han sido demasiado inspiradores. Recién en estos tiempos de seres de 9 centros empezamos a ver cómo el potencial de la personalidad humana continúa desarrollándose más allá de esta barrera y lo hace simplemente porque ¡puede!

Verás, durante los primeros treinta años de su vida, la personalidad humana vive encerrada en su propia subjetividad ¡y ni siquiera lo sabe! Cuando llega al Retorno de Saturno empieza a reconocerse así como se va moviendo conscientemente en el mundo, pero eso no significa que la personalidad pasa inmediatamente a la objetividad repentina, para nada. La maduración es un proceso lento y continuo.

EL primer cambio que sucede cuando la personalidad reconoce su falta de objetividad es que se ve más desapegada del constante impulso a sacar conclusiones mentales, por consiguiente cada vez está más dispuesta a mantener los ojos y la mente abiertos a aprender de la experiencia de otros. Observándolos desde una perspectiva más distante, también aprende a reconocer y ver su propio pasado de un modo nuevo. Esto abre el potencial para un modo objetivo de evaluar las conclusiones erróneas acerca de aquello que haya podido ser hiriente durante ese tiempo. La personalidad deja de herirse a sí misma, en sus intentos de construir una vida basada en ideas y/o perfeccionismo, y el espíritu puede lentamente entrar en un proceso de sanación profundamente experiencial que sólo se completará cuando llegue al florecimiento de su potencial inherente, tal y como se representa en el Retorno de Quirón en torno a los 50-51 años de vida.

Si la forma ha podido vivir en el respeto a las leyes inherentes de su naturaleza, entonces el espíritu ha madurado correctamente y la vida nos ofrece las recompensas más grandes, que no es nada menos que el reconocimiento de su perfección inherente en un nivel que está más allá de la comprensión de la mente.